Abriendo Conversaciones

Ante miles de chilenos el Papa Benedicto XVI canonizó en El Vaticano al sacerdote jesuita Luis Alberto Hurtado Cruchaga (1.901 – 1.952), con un reconocimiento a un chileno excepcional, con un eterno compromiso frente a sus semejantes. El Santo Alberto Hurtado es el segundo religioso chileno, después de Santa Teresa de Los Andes, que se convierte en un modelo de entrega a los demás.
Destacamos en sus obras su calidad de fundador del Hogar de Cristo, de la Escuela Granja, de la Acción Sindical y Económica Chilena y la Revista Mensaje, abogado, profesor en el Colegio San Ignacio y en lo fundamental un hombre bueno.

Para muchos el Padre Hurtado, hoy Santo Alberto Hurtado, es un soñador que quiso cambiar el mundo con su propio esfuerzo, nada más lejos de eso. Alberto Hurtado reza, medita, pero con los pies firmes en el suelo. Se mantiene en contacto con su pueblo y lo conoce bien, sabe que cada uno puede dar más y extrae dentro de nosotros mismos lo mejor, es un verdadero educador. Quiere que la buena disposición nuestra no sólo sea un buen pensamiento, exige acción. Dice que el mundo está cansado de palabras, quiere hechos; quiere ver a los cristianos cumpliendo dogmas que profesan. Que el número de los que así proceden aumente cada día, mediante una meditación profunda del verdadero sentido social.

En un momento en que casi no se hablaba de estructuras sociales el padre Hurtado abre caminos, urge por una solución social. Expresa que es casi imposible predicar a estómagos vacíos, que el orden social de su época no responde al plan de la Providencia, que Dios ha querido al crearnos que nos sacrificáramos, pero ¿cómo santificarse en el ambiente que él vivió sin la realización de una profunda reforma social?

Por su pensamiento, pero por sobre todo, por su accionar, en nuestros días Alberto Hurtado es un modelo cuyo ejemplo revive y agita nuestras conciencias sobre el compromiso que todos tenemos frente a los más desposeídos.